Vista Medina
Titulo
Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
Villa de las Ferias

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OTROS MEDINENSES ILUSTRES

A - Bernal Díaz del Castillo. B. - Gaspar de Espinosa. C. - Pedro de Espinosa Vergara. D. Nogueron de Ulloa. E. - Antonio del Rincón. F. - Álvaro de Lugo. G. - Gómez Pereira. H. - Juan de Cuellar. I. - Cristóbal de San Vicente. J. - Cristóbal de Olea. K. - El Dr. Alonso González. L. - D. Andrés Cuesta. M. - Diego de Durango. N. - Samuel de Medina. Ñ. - Fernando Ruiz del Corral. O.- Los villarroeles, Juan de Villarroel y Quiroga, Lorenzo de Villarroel y Francisco de Villarroel. P. - Manuel Cilleros. Q. - D. José Escudero. R. - José Santos Vitoria. S. - D. Felix María Calleja del Rey. T. - D. José Fernández Hernández.

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A. - BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO.

Monumento a Bernal Díaz del Castillo en Medina del Campo.
Monumento a Bernal Díaz del Castillo en Medina del Campo.

Nació en esta villa el año 1498 y murió en 1568, hijo de buena familia, así en lo social como en lo económico. Su padre fue regidor perpetuo de la villa. El espíritu aventurero que alentaba en las almas juveniles españolas del primer tercio del siglo XVI, y aún después, contagió a este joven medinense, no dejándole sestear a la sombra de la buena posición familiar, y a la temprana edad de dieciséis años, solicitó formar parte de la expedición que organizaba Pedro Arias de Ávila, más conocido en la historia por el nombre compuesto de Pedrarías, gobernador de Tierra Firme. Bernal se trasladó, pues, a la isla de Cuba, de donde era gobernador Velázquez, tan celoso de su autoridad que anhelaba ser inatacable e indiscutible. Cuando llegó a la isla se alistaba una compañía destinada al Yucatán, que había de comandar el famoso Grijalba, y de ella formó parte. Ya en el Nuevo Continente, se incorporó al ejército de Hernán Cortés y su comportamiento fue tan cabal que mereció que el conquistador de Méjico le recomendara al Emperador, quien por Real Cédula le expresaba su aprobación congratulándose de ella. Más adelante mereció que se le concediese una encomienda en Guadalajara, estableciéndose en la nueva ciudad de Santiago de los Caballeros, de la que fue uno de los primeros pobladores y más tarde regidor. Había tomado parte en 119 combates con los indios.

Habiendo llegado a su conocimiento la "Crónica de la conquista de Nueva España", de Lopez de Gómara, cronista y panegirista de Hernán Cortés, advirtió de las inexactitudes en que incurría relatando los hechos de que él mismo había sido protagonista p espectador, y de la parcialidad que mostraba por el afán de congraciarse con el Caudillo, y enamorado de la verdad histórica, lleno de estímulo, se consagró a la tarea de escribir una narración verídica e imparcial. Incurrió, es cierto, en exageradas minuciosidades y detalles sin importancia: su estilo es rudo y muy ajeno de todo artificio, como de quien ha manejado más y mejor la espeda de la pluma, y se despreocupa demasiado de la forma para atender el hecho tal cual sucedió, por lo que su relato es siempre interesante, y el lector se persuade de la veracidad del cronista.

Darío Fernández Flores consagra a nuestro soldado cronista una Antología en la colección "Breviarios del Pensamiento español", y suyas son estas palabras: "No tengo pronta fortuna la obra del soldado cronista. Criticado por Solís, incomprendido por Robertson y por Prescott, fue al fin reconocido por Fitzmaurice-Kelli y por Menéndez y Pelayo, quienes le compararon a Montlue y a Muntaner, respectivamente".

"Del borrador de la obra, acaso terminada en 1568, se sacaron dos copias, una enviada a España, otra depositada en Guatemala, con el borrador rubricado. La copia en España lautilizó Herrera en su "Segunda Década". Más tarde fue falseada, interpolada, por el maestro Fr. Alonso Remón, cronista de la Orden de la Merced, quien para glorificar a Fr. Bartolomé de Olmedo, del mismo hábito y acompañante de Cortés en la conquista, introdujo en su edición falsificaciones".

"Existen ediciones en español, metropolitanas y americanas; en francés, en ingles, en alemán y en húngaro, casi tadas siguiendo el texto de Remón. Jenaro García publicó en Méjico --1905-- la edición que sigue el borrador de Guatemala, atacando a Remón. Más como Bernal Díaz autorizó las dos copias corregidas ya citadas, que han desaparecido, la crítica se ha encontrado ante el problema de restituir el texto bernaldiano, problema que acaso resuelva definitivamente la edición que prepara el Instituto González Fernández de Oviejo, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas..."

Olvidado estaba de sus compatriotas, por no decir desconocido, Bernal Díaz del Castillo, cuando el 14 de febrero de 1917 se recibió en la alcaldía una carta del presidente de la casa de América en Barcelona, participando que el Consejo de Gobierno de la Asociación Internacional Iberoamericana tenía acordado conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento y conquista del Yucatán, e invitaba al Ayuntamiento de la villacomo homenaje a la patria chica de su glorioso cronista. Naturalmente fue aceptada la invitación y asistieron dos concejales medinensesal acto del 4 de marzo, viniendo entusiasmados de las consideraciones y atenciones de que fueron objeto en Barcelona, y de la misma magnificencia de la solemnidad celebrada en honor de Bernal, cuyas gestas oyeron ensalzar. Contagiados del mismo entusiasmo los demás ediles, acordaron dar el nombre de Bernal Díaz del Castillo a la calle llamada hasta entonces de "La Plata".

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B. - GASPAR DE ESPINOSA, Nació en esta villa de Medina del Campo (también se cree que nació en Medina de Rioseco) en fecha desconocida y murió en Cuzco (Perú) el año 1537. Los historiadores le dan el título de licenciado, y si lo fue, como es muy probable, abandonó muy pronto las letras para manejar con toda decisión las armas, verificándose en él el caso inverso de Bernal, que empezó manejando la espada para terminar consagrado en la pluma. No ha dejado Espinosa tan buen nombre como el cronista del Yucatán, pues, con razón o sin ella, los historiadores le han tildado de cruel e inhumano, y, a la verdad, no parece que le sobraron escrúpulos de conciencia. Acompañando al gobernador de Darién, D. Pedro Arias de Ávila, pasó a Nuestra Señora de la Antigua y fue nombrado alcalde mayor de esta ciudad. No se le puede disculpar de haber tomado parte activa en la persecución de que Pedrarías hizo víctima al famoso e intrépido descubridor del Pacífico. Núñez de Balboa, hasta llegar a condenarle a muerte, obedeciendo la consigna despiadada de aquél.

Habiendo recibido Espinosa el nombramiento de lugarteniente del gobernador, salió a la cabeza devarias fuerzas contra los naturales de Darién, y si le faltó la piedaden el trato que diera a Balboa, podemos imaginar que no extremaría las contemplaciones en sus relaciones con aquellos indígenas, acreditando, juntamente con una indiscutible valentía, un desmedido afán de riquezas.

En 1518 fundó la ciudad de Panamá, no sospechando, sin duda, la importancia que había de alcanzar en los siglos venideros. Fundó además otra ciudad Nata, y exploró el golfo de Nicoya en Costarrica. El mismo Pedrarías puso a sus órdenes en 1519 algunas fuerzas que salieron de Panamá embarcadas en dos navíos, haciendo rumbo hacia Occidente en busca de las islas llamadas de Cébaco. Simultaneamente avanzó Pizarro por tierra en la misma dirección y peleó con los indígenas. Los habitantes de aquellas islas recibieron pacíficamente a Espinosa, informándole que en la serranía había oro en abundancia, pero que allí dominaba un cacique llamado Urracá. La sed de oro estimula a nuestro compatriota a internarse en aquella serranía con los suyos, y las huestes del cacique le acorralan y cercan, necesitando de toda su intrepidez y esfuerzo para romper el asedio y ponerse a salvo con ayuda de 30 hombres que Pizarro le envió a las órdenes de Fernando del Soto, no sin que perdiera alguno de sus compañeros. Continuaron navegando por aquellas costas y peleando con los indígenas, a quienes solo la presencia de los caballos infundía pavor. Cuando reunió importante caudal, que era el señuelo que estimulaba a tantos aventureros, regresó a España, donde, merced a sus riquezas y a la liberalidad con que las administraba, obtuvo alta posición en la Corte.

Su espíritu aventurero no le dejó pasar mucho tiempo en el "dolce far niente", y, nombrado oidor de Santo Domingo, volvió a Nuevo Mundo, pasó a Panamá y de allí al recien descubierto Perú, para cuya conquista prestó importantes caudales a Pizarro y Almagro, cuya reconciliación y amistad ansiaba y procuraba por todos los medios. Por desgracia para España y para América no lo consiguió, y, más abatido de ánimo que maltrecho de cuerpo, murió en el Cuzco en la fecha indicada.

Hasta ahora no le ha cabido la suerte de que su nombre rotule una calle en su villa natal; pero no desconfíe, que cuando se celebró el quinto centenario de la fundación de Panamá, en probable que, a instancias ajenas, caigamos en la cuenta de que hay que dedicarle ese homenaje.

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C. - PEDRO DE ESPINOSA VERGARA fue otro medinense acaso pariente del anterior y copartícipe en análogas empresas. De él dice Ayllón lo que sigue:

"Se halló con Francisco Pizarro en la conquista de Perú, año de 1537. Él fue quien llevó el socorro a Pizarro desde la isla Española, que con 250 hombres le enviaba al Presidente de la Audiencia, el Licenciado Alonso de Fuentemayor, por lo cual pudo salir contra los Yanguas a pacificar la tierra. Cuando Pizarro se apercibía para la guerra frente a Diego de Almagro en el Cuzco, nombró por uno de sus capitanes arcabuceros a Pedro de Espinosa. Fue uno de los de la confianza de Pizarro, cuando entre otros capitanes refirió y dio parte a Espinosa de la respuesta de Almagro sobre querer poner en tercería el negocio antes de venir a una guerra civil, y asistiendo a lo mismo fue uno de los que subieron de noche a la sierra de Guaitara, y en el alto a ella consiguieron ahuyentar a los enemigos"

"En la batalla de Las Salinas, junto al Cuzco, ordenaron que nuestro Espinosa siguiese al capitán Castro, que llevaba a los más sobresalientes, el cual iba a pasar el río al frente de los enemigos. Después de alcanzada por los Pizarros esta victoria contra los Almagros, pidió Espinosa para sí la conquista de los Bracamoros, provincias que creían ricas y muy pobladas, la cual se la concedió Pizarro en premio de sus buenos servicios y de buena gana por no contemplarse muy aficionado a su persona y por deshacerse de tanta gente que, después de sosegadas las turbulencias, con esta victoria quedaba ociosa, y pudiera fácilmente desmandarse. En su viaje, acompañado de Mercadillo que iba a otra conquista, se encontraron con D. Francisco Pizarro, a quien entregaron el hijo de Almagro, y le refirieron los sucesos de la batalla, con lo cual partió a su conquista. Andando en ella, año de 1541, fue llamado de Vaca de Castro, y habiendo acudido sin tardanza se le agregó. Cuando Vaca de Castro llegó al Valle de Xayanque, encontró allí a Pedro de Vergara (Espinosa) con otros capitanes, de los que se holgó mucho; mas como las gente de éstos estaba tan lucida, y la de Vergara tan desastrada por lo mucho que habían trabajado en los Bracamoros, rehusaron, avergonzados, incorporarse con ellos, por ser hombres de pundonor, valerosos y hechos a los trabajos; pero no queriendo por otra parte, estarse ociosos, para salir también a la empresa, pidiendo a Vaca de Castro un socorro, el cual, gustoso de semejante demanda, mandó darles diez mil pesos, con lo que tuvieron para aderezarse y vestirse; más como era gente aguerrida y laboriosa, fue mucha la turbación que concibieron en oyendo decir que se trataba de paces".

"En la batalla de las Chupas llevaba nuestro a Vergara la vanguardia con la gente escogida y arcabuceros, y en lo más recio del combate socorrió a Alvarado que se hallaba en gran peligro: salió de ella herido, y después de haber sanado de sus heridas, volvió a sus conquistas de los Bracamoros. Cuando Vergara, hombre honrado y muy fiel al servicio del Rey, se hallaba de Gobernador en Trujillo por el tirano Carvajal, fue solicitado del capitán Melchor Verdugo para quitar la vida al tirano; más como le pareciese que se seguirían muchos inconvenientes de un tal hecho, no se resolvió a venir en ello... Resplandeció mucho en piedad y amor a su patria, pues restituyó a ella, despues de sus muchas fatigas, fundó un mayorazgo con llamamiento a su familia, y a falta de sucesores... vino a recaer en el cabildo de esta Real e Insigne Colegiata..."

N. Si nació en Medina, como asegura Ayllón, el aludido capitán Pedro de Vergara --que por este nombre es conocido---, podemos afirmar que este tal no fue el capitán Pedro de Espinosa Vergara, insigne bien hechor de la Colegiata. En efecto: éste, hijo del escribano Diego de Espinosa y de Ana de Vergara, fue bautizado en la misma iglesia el día 8 de julio de 1567, no pudiendo por tanto ser protagonista de los hechos referidos, y murió en Madrid el23 de enero de 1630. De su testamento, cuya copia se conserva en el archivo de nuestra iglesia mayor, traslado o siguiente: "Que mi cuerpo sea sepultado en el monasterio de la Santísima Trinidad desta villa de Madrid donde está sepultada mi hija Ana... y de allí... se lleve a la iglesia mayor de San Antolín, en el coro... donde dejo una capellanía de misa diaria, viniendo a esta villa los clérigos y prebendados a su costa y lleven el dicho mi cuerpo con la pompa y cera, y diciéndome cada día misa en los lugares donde pasasen y juntamente con mi cuerpo lleven los güesos de la dicha doña Ana mi hija...; y esto lo ha de hacer, pues les dejo 118.658 maravedises de renta en cada año, en juro situsado en los millores de Sevilla... Que se digan 4000 misas... Que sean patronos de mi capellanía los sucesores que poseyesen el mayorazgo...; que en su cumplimiento no se entrometa la justicia eclesiástica...".

Por esto y principalmente porque declaró, además, que había dotado a su hija Ana en 16.000 ducados; que el arzobispo de Sevilla le debía la pensión anual de otros mil, y que tenía escritura contra el duque de Maqueda por la suma de once quintos, se ve claramente que el buen capitán acertó a conjugar el servicio de la Patria con el propio enriquecimiento.

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D. - NOGUEROL DE ULLOA, hijo de esta villa (sigue Ayllón en el uso de la palabra) fue otrosí uno de los conquistadores de Perú y del estado noble, pues desciende de los señores de Amarate, como lo dice Gándara en el cap. 40, al folio 574 de su historia. Sirvió bajo las órdenes del adelantado D. Diego de Almagro, llevando la retaguardia del ejército en los Xuxuas, hacia el río de la Plata. Se halló con Rodrigo de Orgoñez en el paso y toma de la puente del río Abancai en calidad y grado de capitán, y habiendo en esta ocasión conseguido la victoria, hicieron prisionero a Hernando de Pizarro que estuvo bajo de su cargo y custodia.Fue uno de los que hicieron pleitoomenaje en las visitas que se tuvieron en Mala para tratar de conciertos con los Pizarros y acerca de la soltura de Hernando, de cuyas resultas le mandó el adelantado que pusiese en libertad a Pizarro. No se halló Noguerol en la batalla de Cuzco por estar a la sazón herido, y en este tiempo se le sotaron los presos y escaparon. Cuando Gonzalo Pizarro iba levantado contra el Visorey, a la vuelta de Arequipa, salió a él, con otro capitán, Noguerol, vecino de esta ciudad, que igualmente pensaba como los demás sobre las violencias del Viso-rey, y se le agregaron. Por el buen concepto que se había adquirido Noguerol por sus bellas prendas, quedó nombrado corregidor de ella, cuando sucedió la rebelión de Francisco Hernández. Dejó un insigne documento de su piedad en una hermosa capilla que fundó en la iglesia de San Andrés de Dominicos de esta villa, muy bien dotada, con muy decentes pinturas al fresco en las paredes y bóvedas, que representan la creación del hombre y varios apóstoles y Santos".

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E. - ANTONIO DEL RINCÓN. Personalidad complejísima la de este medinense, de cuyo nacimiento no consta la fecha, pero sí la de su trágico y lamentable fin.

Si el Evangelio no emite revelarnos la personalidad detestable de Judas, tampoco debemos callar nosotros las noticias conocidas de Antonio del Rincón, traidor a su Rey y a su Patria, pero de indiscutible relieve en la historia, que hubiera sido glorioso de no torcerle la ambición y la soberbia.

En la primavera de su vida puso al servicio del rey Carlos I su talento y sus prendas, que eran excepcionales. Quédole reconocido el Emperador, puesto que, además de honrarle con su confianza le distinguió haciéndole caballero de Santiago y otorgándole una alta dignidad en su corte imperial. De ello se quejaron los grandes de España, porque el humilde origen de Rincón le vedaba, según las fórmulas protocolarias la ascensión a tales honores, y el Emperador, queriendo de veras premiarle sin desagradar a los grandes, le retiró los honores concedidos con anuncios de otras más socumentas mercedes. Se hizo cargo el sagaz medinense de la situación y resolvió esperar y confiar en la magnanimidad Real. Pronto se le acabó la paciencia y despachó por el que consideró afrentoso desaire, renegó de la Patria y ofreció sus servicios al rey francés Francisco I, émulo y competidor de nuestro Carlos I. Consciente el francés de la calidad del candidato, aceptó sus ofertas y le confió las más arduas y difíciles empresas que remataba con sorprendente habilidad el tránsfuga medinense, que se casó y naturalizó en Francia. Cuando su descomunal obesidad le inutilizó para el ejército de las armas, se convirtió en el más astuto y sagaz diplomático, pasando a desempeñar la legación francesa en Constantinopla con la pompa y el boato de un príncipe oriental, y realizando las empresas más arriesgadas y difíciles. En una de ellas sucumbió trágicamente.

A principios de mayo de 1542 encomendóle Francisco I nueva misión en Constantinopla, y al llegar a Turín solicitó la compañía de su amigo y colega en otras empresas militares, César Frangoso, natural genovés. Sucedióle a Rincón un acceso reumático que le hizo más difícil y penoso el viaje por tierra hasta Venecia, donde se proponía embarcar para Constantinopla, y decidió continuar el viaje en barca en el navegable Po. Quiso disuadirle Fragoso de seguir tal ruta, alegando que el breve trecho pasarían por dominios españoles, y que si éstos adivinaban su presencia, podríaresultarles fatal la intentona. No se arredró Rincón, y dejando en Turín a su mujer y parte de la servidumbre, tomó a su servicio dos barcazas; una para él y Fragoso y algunos criados y otra para el equipaje espléndido y riquísimo. Como temía Fragoso, la travesía no quedó en el apetecido secreto, y cuando bogaban tranquilos por las sosegadas aguas del Po, salieron de emboscadas en unas barcas unos enmascarados y embistiéronles con tal furia que les arrebataron tesoros, papeles y vidas. Dos meses pasaron sin conocer el paradero del embajador francés y traidor español, al cabo de los cuales encontraron su cadáver y el de sus compañeros medio comidos por las alimañas.

Tan miserablemente terminó sus andanzas nuestro paisano,motivando su alevosa muerte las consiguientes reclamaciones diplomáticas, sin que ellas descorrieran el velo del misterio que la envolvió. El público rumor culpó del entuerto a manejos y ardides del jefe militar español en aquella región, marqués del Vasto, aunque éste hizo protestas de lo contrario y mucho más de que hubiera recibido malévolas insinuaciones por parte del Emperador.

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F. - ÁLVARO DE LUGO. Fueron varios los caballeros medinenses, muy encumbrados y prestigiosos, que llevaron este nombre; todos descendientes del mismo tronco, de noble y elevada prosapia, pero no sé si contaminado con el más vulgar y abominable de los crímenes. Ossorio, Montalvo y Ayllón hablan de esta linajura familia sin relacionarla para nada con el tristemente famoso Álvar Fáñez de Lugo, protagonista delhecho relatadoen 31 R. b; más todavía: como si no le conocieran, guardan absoluto silencio del mismo, con haber sido tan sonado y resplandecer en él la incorrupta justicia de Dª. Isabel. Además; los hijos que dejara el ambicioso gallego, riquísimos por la magnanimidad de la Reina, no dejaron huella alguna de nuestra historia, en el supuesto de ser ajenos a estos otros caballeros de influencia marcada y perdurable durante dos siglos. Para Antero Moyano, en cambio, no hay tal supuesto. en su historieta "El Crimen del Alconero", escrita para folletín de "El Medinense" le dijo sin ambages: el criminal alconero fue el auténtico Álvar Fañez de Lugo, casado con Dª. Juana Gutiérrez de Montalvo, el primero que de esta prosapia se afirmó en Medina. Cedamos ya lapalabra a Ayllón:

"Álvaro de Lugo fue hijo de Álvar Yañez de Lugo y Baamonde, señor de Lugo en Galicia, donde tiene los de esta familia su casa solariega en Santa María de Ortigosa, y es una de las más calificadas de aquel reino, y de ella descienden los marquéses de los Vélez. Éste, vino a Medina en el reinado de don Juan el 2º, de quien fue doncel y obtuvo título de vasallo suyo con otros gajes y acostamientos de lanzas. Sirvió a Dicho rey en las ocasiones que ocurrieron; fue camarero del rey D. Enrique, de su consejo, su doncel y vasallo, que le heredó en Medina en los heredamientos de Foncastín y Valverde, lugares de su jurisdicción, como también en la civil y criminal de Villalba de Adaja, perteneciente a la villa deOlmedo, por un privilegio dado en el año de 1450. Casó este Álvar Fañez en Medina con Dª. Juana Gutiérrez de Montalvo, hija de Juan Gutierre de Montalvo, señor de Serrada, y Dª. Beatríz de Bobadilla y Daza, de cuyo matrimonio fue el primogénito nuestro Álvaro de Lugo y Bobadilla, de quién vamos a tratar".

"Éste, pues, fue segundo señor de Villalba de Adaja, de Foncastín, Valverde, y de la casa y solar de Villanueva de Lugo en Galicia, regidor de Medina en tiempos de las Comunidades, gentilhombre del emperador Carlos V, corregidor de Toledo, Madrid, Valladolid y Córdoba, cuyos empleos desempeñó tan a satisfacción y contentamiento de S. M. que habiendo servido el corregimiento de esta ciudad y dado en ella a respetar la justicia que administró con el mayor celo y desinterés, se adquirió por esta causa varios émulos entre aquellos poderosos que nunca falta, amigos de manejar a los jueces para ser en los pueblos árbitros del gobierno. Los cuales, no pudiendo conseguirlo con Álvaro, meditaron contra él cierta conjuración e hicieron unas informaciones secretas para arruinarle. Con ella acudieron el Emperador que a la sazón estaba en Alemania, y como viese lo que se imputaba contra Lugo, a quien tanto estimaba y de cuya honrada conducta tenía la más bien fundada opinión, despachó de palabra muy contentos a los comisionados con un pliego cerrado dirigido al Consistorio de dicha ciudad, en cuya presencia, habiendo sido abierto, cuando esperaban la deposición del corregidor, se hallaron con la prórroga de otros tres años que se servía hacerle S. M. en atención a sus buenos servicios, con lo cual quedaron muy corridos y avergonzados, y castigada justamente su maldad".

"Era tan alto el concepto que el Emperador tenía formado de Álvaro, que bastaba el peso de su autoridad para inclinarle a que mudase de dictamen. Pues como sucediese querer S. M. suprimir la abadía Insignita de esta villa para unirla a la de Valladolid a solicitud de ésta, perpetua rival de las glorias de Medina, estando ya el negocio resuelto, luego que esta villa tuvo noticia de lo que se intentaba, dispuso pasase inmediatamente a Valladolid su regidor Álvaro de Lugo a suplicar al Emperador la suspensión de lo resuelto. Pasó allá sin detenerse, llegó a Palacio, y pidiendo entrada para besar la mano a S. M. se le negó, diciéndole que no se ignoraba el motivo de su venida; pero que llegaba tarde por estar ya decidida la resunción de la dignidad abacial. A lo cual respondió Álvaro que no se apartaría de allí hasta lograr la audiencia que se solicitaba; entonces mandóle entrar S. M. y diciéndole --Sé Álvaro, a lo que vienes; ya no tiene remedio lo acordado, procuraré recompensar a Medina con alguna Merced. A lo cual contestó Álvaro con enrereza diciendo: --Señor, mi venida no es a pretender merecer alguna para mi villa, solo pido a V. M. se le oiga en justicia. Estas palabras que profirió con espíritu varonil hicieron tanta impresión en el ánimo del Emperador que sin poderlo resistir, mandó luego que se le administrase justicia como lo pedía: y oídas las partes en juicio, sentenció la Chancillería a favor de la conservación de esta dignidad, lo cual en el reinado inmediato fue lastimosamente despojada de sus insignias y jurisdicción, con daño irreparable de lo temporal y espiritual de esta villa. Faltó en esta ocasión y Álvaro que sostuviese con igual enteresa los derechos y exenciones de su patria".

"Este mismo es a quien el Emperador tuvo por el más abonado para confiarle el depósito del rescae del rey Francisco I de Francia su prisionero en la batalla de Pavia; pues como sus contadores dudasen hallar persona suficientemente avanzada para que pudiera responder de tan gran suma de caudales, les dijo: --¿Pues no tenéis en Medina a Álvaro de Lugo?, atendiendo solo a las prendas de su honor que son más seguras que los bienes de fortuna. Esato solo bastó para que al momento se le diesen los poderes necesarios para su entrega... (29 N. g). En efecto, pasó Álvaro de Lugo desde Valladolid donde se hallaba de corregidor a la raya de Francia a entregarse del 1.200.000 ducados de oro del sol y de la preciosísima flor de lis de oro, guarnecida de diamantes, zafiros, esmeraldas y balajes que pesó doscientas once onzas y media; no siendo esto lo que tenía de más estima, sino un crucifijo sobre una gran cruz del verdadero leño en que murió Jesucristo y uno de los clavos con que fue asegurado en ella su santísima humanidad. Hízose el acto de la entrega con la mayor formalidad y menudencia que es imaginable; para lo cual se construyó un retablo sobre elrío Bidasoa, en el mismo sitio por donde estuviera la raya divisoria de los dos reinos, y encima de él se entregó el rescate por los comisionados franceses al mismo tiempo que los españoles estuvieron las personas reales que estaban en rehenes. Luego que nuestro Álvaro recibió el dinero y alhajas, lo condujo a su patria y lo puso en la segura custodia de la Mota, donde permaneció hasta que le fue entregado por libramiento... Luego que Álvaro acabó de entregar la cantidad del rescate que se le había confiado, pasó a dar cuenta de todo él con los libramientos correspondientes, y habiéndola dado exactísima a satisfacción de S. M., le dijo: --Aún faltan, señor, entregar a V. M. diez mil ducados que me han sobrado por haber yo recibido el dinero al peso y entregado contante. Entonces al ver el Emperador una acción tan desinteresada y noble, dijo: --Bien sabía yo a quien nombraba para depositario de mis tesoros; esos dineros reservarlos para tí en pago a tu fidelidad y buenos servicios. Y aunque Álvaro pudiera haberse quedado con esta suma sin que nadie lo supiera, no la quiso recibir aun diciéndoselo S. M. libremente. A tanto llegó su desinterés y pundonor. Consta todo de los papeles originales que se han visto en los archivos de sus descendientes".

De otro hijo de Álvar Fañez, llamado Francisco de Lugo, hace mención honorífica el Sr. Ayllón, diciendo que se halló en la conquista de Méjico al lado de Hernán Cortés, y fue uno de los capitanes elegidos por éste para la arriesgada prisión de Motezuma, y el que llevó de España un lebrel furioso, cuyos ladridos continuados por toda la noche, atemorizaron a los indios.

El mismo biógrafo de medinenses ilustres considera como tal a Alonso Fernández de Lugo, individuo de la misma familia, a quien tocó buena parte en la conquista de Reyes Católicos, por lo que ganó el título de adelantado de las Canarias. Pasó después a Flandes y allí murió prestando servicios importantes en cargos de responsabilidad.

Asimismo fueron individuos de esta familia gallega injertada en Medina: Antonio de Lugo, familiar del Santo oficio en Valladolid y corregidor de Chinchón, Villena, Almansa y Cuenca; y Cristóbal de Lugo que acreditó su valor extraordinario en las guerras de Italia.

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G. - GÓMEZ PEREIRA.

Gómez Pereira, retrato de El Greco
Gómez Pereira, retrato de El Greco

Durante mucho tiempo estuvo en duda la patria y hasta el nombre de este famoso médico español. Esto último fue aclarado por la perspicacia del sabio Menéndez y Pelayo cuando en la "La Ciencia Española", t.II, dijo: "Llámanle casi todos los que de él escriben, Antonio: algunos extranjeros mal informados y de poca autoridad, y a su frente el abate Lavocat, compendiador de Moreri, le apellidan Jorge. La verdad es que su nombre no fue Antonio ni Jorge, sino Gómez, y su apellido Pereira; de la misma manera que se llamó Gómez Arias aquel mal caballero, cuyas fechorías pusieron en las tablas Luis Vélez de Guevara y Calderón, y de la misma suerte que conocemos como Gómez Manrique al autor del "Regimiento de príncipes"; no siendo en ninguno de estos casos patronímico el Gómez, como no lo es en el caso de Pereira. Así lo indica la misma forma de latinización de su nombre: Gometius Pereira. Nicolás Antonio debió de pensar como yo en esta parte, y por eso colocó a nuestro filósofo en la letra G de su Diccionario y no en la lista de los autores nominis ignoti".

"Lo que se ignora de todo punto --prosigue Menéndez y Pelayo-- es su patria. El apellido Pereira a inducido a muchos a suponerle, sin otra razón alguna, gallego o portugués. El jesuíta Ulloa, en un pasaje que citaré adelante le llamó resueltamente, y en latín bastante macarrónico, gallegus. Pero la verdad es que, en sus libros, ni a Galicia ni a Portugal alude una sola vez, que yo sepa. Lo que de él consta es que vivió y escribió en Medina del Campo,donde verosimilmente había nacido, aunque sus padres o abuelos procedieran de otra región de España. Si es verdad, como ha dicho Florentino, en su biografía de Pomponazzi. que un filósofo es ciudadano del pueblo donde piensa y escribe, como un guerrero toma nombre y patria de la bandera bajo la cual combate, la gloria de Gómez Pereira pertenece, sin duda, a Medina, que por tal hijo será famosa e insigne entre las villas casellanas, más que por los recuerdos de su antigua prosperidad y de sus riquísimas ferias".

Ya no es verosimil su naturaleza medinense; es absolutamente cierta, como lo ha demostrado el eminente polígrafo castellano, D. Nicasio Alonso Cortés, en su investigación histórica sobre nuestro insigne filósofo, que incorporó a su "Miscelánea Vallisoletana" serie quinta. A vista de documentos que obran en la Chancillería de Valladolid, pertenecientes a pleitos promovidos contra Pereira o a su instancia resulta comprobado: que su abuelo se llamó Gómez García Pereira, hombre caritativo y limosnero, oriundo acaso de Portugal a donde se refugió cuando la expulsión de los judíos, pero de donde regresó cristiano, que sus padres fueron Antonio y Margarita --como lo confesó el propio Pereira al dar nombre a la obra que le dió la celebridad--, que tuvieron una muy favorecida tienda de jerguereía en la calle de Serranos (actual Isabel la Católica); "que nasció e se crió en la mesma calle de este testigo vive e mora, que se dice calle de serranos" al expirar el siglo VX, pues cuando publicó su "Antoniana Margarita" el año 1554 dijo quehabía entrado en el año 54 de su vida; que tuvo cuatro hermanos, igualmente nacidos en Medina: Francisco, que debía ser el mayor, Juan y Gonzalo nacidos ya corriendo en el siglo XVI, y una hermana nombrada Ana; que el Gonzalo fue boticario y Francisco y Juan mercaderes como el padre en "paños e sedas e capote e mantas de caballos" que enviaban a Ponferrada donde tenían otra tienda; que Gómez cursó sus estudios en Salamanca, donde tuvo por maestro in phisico negotio a D. Juan Martínez Guijarro, más tarde cardenal Siliceo, siguiendo su carrera de médico y ejerciendo esta humanitaria profesión en su villa natal, circundado bien pronto de estimable aureola científica. Casado con Isabel Rodríguez, de quien no tuvo hijos, fijó su domicilio en la famosa Rúa y, aunque dedicado preferentemente a la medicina, "como era poseedor de un buen capital, parece que no dejaba de meterse en negocios diversos, como eran los de tomar rentas reales, y en especial las de varias iglesias, traficar con sus vinos y bodegas y arendar a los mercaderes que iban a Medina, durante las ferias de Mayo y Octubre, tres habitaciones independientes que tenía en sus casas de la Rúa. Alguno de los enemigos que con él litigaren querían también hacerle pasar por un casamentero, que entendía en gestionar buenos patrimonios para sus amigos y familiares. Debe creerse, sin embargo, que éstas fueron únicamente habladurías de pueblo". (Alonso Cortés, lug. cit.)

De su propensión a los litigios y a los negocios sí hemos encontrado huellas en los autos consistoriales. El 18 de julio de 1561 "los licenciados quirós y pereira tratan pleito con vítores y simón ruiz, vecinos desta villa y otras personas sobre que las mercaderías que trajeren las lleven a la rúa nueva y se aposenten en ella... conforme a las órdenes antiguas... pidiendo a la villa salga a la causa en este pleito..."

La ética profesional y reputación científica de Pereira eran postulados indiscutibles para el regimiento de la villa, porque en 15 de marzo de 1547, sospechando que algunos médicos y cirujanos establecidos recientemente ejercían abusivamente la trascendental profesión, acordó someter a examen a todos los médicos y cirujanos, exceptuando a cuatro: al Dr. Fabricio, al Dr. Sosa, al licenciado Perea (en otros documentos se le nombra también así) y al bachiller Gómez. También conocemos por la declaración de un testigo en uno de los pleitos de referencia, que Pereira, no obstante su reconocida fama de buen médico, coincidente con los años más prósperos de Medina, era moderado en la estimación de sus servicios, pues computaba en dos cudados por día los que perdería cuando los litigios le obligaban a desplazarse y desatender a la enfermería. Ahora bien, los dos ducados de entonces sobrepasaban poco el valor de dos fanegas de trigo.

Antoniana Margarita
Antoniana Margarita, de Gómez Preira

No habría llegado hasta nosotros, sin embargo, la celebridad de este galeno, cuanquiera que hubiera sido su ojo clínico y por muy acertados que fuesen sus diagnósticos, sin la publicación de sus opiniones filosóficas. Éstas se abrieronlas puertas a la inmortalidad. Su obra más conocida y celebrada fue "Antoniana Margarita, opus nempe Phisicis, Medicis ac Theologis non minus utile quam necessarium". La dedicó el cardenal Silíceo y dice en la dedicatoria que vascilando sobre cual sería el nombre más adecuado, resolvió titularla con el nombre de su padre Antonio y el de su madre Margarita, como expresión laudabilísima de piedad filial. Indicó también que se le ofrecían muchas dudas al leer los libros de medicina, y que estudiando más y más sobre ellas, consideró que eran falsas teorías que trataban de impugnar con su libro. No tardaron en salir a la palestra impugnadores de sus originales concepciones filosóficas, entre otros un titulado licenciado Miguel de Palacios, no se sabe si nombre o seudónimo de un catedrático de Salamanca; y Pereira, seguro de su criterio y anheloso de polémica recogió y criticó las objeciones en la siguiente obra que publicó el año siguiente, también en Medina: "Objectiones Licentiati Michaelis a Palacios, Cathedrarii sacrae Theologiae in Salmantica Universitatee adversus nonnulla ex multiplicibus Paradoxis Antonianae Margaritae, et Apologia eorundem", ratificándose de su opinión de que los animales no sienten ni por sí se mueven. Como el gran filósofo francés Descartes defendió más tarde la tesis de automatismo de los animales, no faltaron críticos que le acusaran de haberse apropiado las ideas del filósofo medinense, sin citarle, y aún de haber hecho destruir adrede los ejemplares de la obra de su predecesor para dar más visos de originalidad a la propia.

Otro impugnador le salió a Pereira en la persona de su colega el Dr, Francisco de Sosa, médico también de esta villa, el cual imprimió en ella "Endecálogo contra Antoniana Margarita, en el cual se tratan muchas y muy delicadas razones y autoridades con que se prueba que los brutos sienten por sí se mueven". Sosa, acaso por no sentirse fuerte en filisofía, apela a la sátira para combatir a su contrario, y fingiendo de todos los animales del universo se reúnen en general asamblea para deliberar sobre las apreciaciones de Pereira en orden a su insensibilidad y automatismo, comisionan al Cocodrilo para que presente ante Júpiter querella contra Gómez Pereira por agravios. Júpiter, previa información, sentenció: "Que el libro de Pereira sea sepultado en los infiernos, de donde salió. Que los brutos tienen ánima viviente y que son más que plantas y árboles; que tienen memoria y aprenden. Que Gómez Pereira no dispute más contra el docto varón Miguel de Palacios, catedrático de Salamanca... Le mandamos que deje de estar la lógica y filosofía y medicina y teología y los derechos civiles, sin poner en ellos dudas ni alteraciones... y no le condenamos en costas, usando la nuestra clemencia, porque bastan las que hizo en imprimir las dichas vanidades, sin que sirban para más lo papeles que imprimió de para que los especieros echen en ellos las especias que vendieren, que pues de especias tratan, justo es que para especias que se vendieren, que pues de especias tratan, justo es que para especias sirvan".

Si Pereira se preocupó de recoger las objeciones de orden filosófico de Palacios, no dió importancia alguna a las burlas de su colega Sosa, y prosiguió en su propósito de exponer sus ideas llenas de originalidad y debeladoras de prejuicios inveterados en su nueva obra "Novae veraeque Medicinae experimentis et evidentibus rationibus comprobatae prima pars Gometium Pereiram, medicus Methimnae Duelli", que ofreció a Nuestro Señor Jesucristo y dedicó al infortunado Príncipe D. Carlos, ante cuya presencia había hecho experiencias de un invento suyo para elevar las aguas, sin auxilio de canales ni de puentes, a lugares tan remotos y altos como se quisiera: "Ad quantumvis distancia loca sine cuniculos ac pontibus posset deduci inter media montosa..".

Pueden criticarse las ideas de Gómez Pereira; pueden rechazarse por erróneas algunas de sus apreciaciones; lo que no puede negarse es su privilegiado talento y su fiebre por desentrañar los misterios de la medicina. "Es de pública notoriedad, decía el P. Isla en su "Fray Gerundio de Canmpazas", que este insigne hombre, seis años antes que hubiese en el mundo Bacón de Verulamio, más de ochenta años antes que naciera Descartes, teinta y ocho antes que Pedro Gasendo fuera bautizado en Chartenier, más de ciento antes que Isaac Newton hiciese los primeros puchericos en Volstrope, en la provincia de Licoln, los mismos con corta diferencia antes que Guillermo Godofredo, Barón de Leibnit, se dejase ver en Leipsig...; mucho tiempo antes que estos patriarcas de los filósofos neutéricos levantasen el grito contra los podridos huesos de Aristóteles...; ya nuestro español había hecho el proceso al pobre Estagirita, había llamado a juicio a sus principales máximas, principios y axiobas, habíalos examinadocon rigor y con imparcialidad, y sin hacerle fuerza, la quieta y pacífica posesión de tantos siglos, había reformado unos, corregidos otros, desposeído a muchos y hecho solemne burla de no pocos, tanto, que algunos críticos de buenas narices son de sentir que Antonio Gómez fue el texto de esos revolvedores de la naturaleza que ahora meten tanto ruido, pretendiendo aturullarnos; los cuales no fueron más que unos hábiles glosadores o comentadores suyos, y yo, aunque algo romo y pecador, me inclino mucho a que tienen razón, a lo menos en gran parte, como fácilmente se probaría si mereciera la pena".

Elogio aún más cálido y expresivo de Pereira le encontramos en "Traducción y adición al Renouard" por D. Pablo Villanueva, que dice: "Insigne humanista, filósofo y médico, sentó por máxima que en las ciencias humanas a ningún autor se le ha de dar fe si no prueba lo que afirma, máxima que le valió tal reputación, y nombradía, que logró, sino obscurecer, al menos anublar la fama de Bacón, de Descartes... Con su audacia e independencia, con su talento eminentemente filosófico, concluyó que la tiranía del galenismo que por tantos siglos había aherrojado a todos los médicos de Europa. Todo cuanto expone en sus obras sobre las fiebres, sobre las flegmasías, sobre la calentura héctica, el filo y las viruelas, está copiado de la misma naturaleza".

Si alguien cree que estos encomios son fruto natural del apasionamiento patriótico, vea lo que escribió el francés Bordeu, citado, como el anterior, por D. Ildefonso, pág. 915: "Pereira, médico español del siglo XVI, fue uno de los primeros que supo sobeponerse a las preocupaciones reinantes en favor de Galeno. Era en aquellos tiempos la más decidida prueba de valor atreverse a cotradecir al tirano o usurpador bajo cuyo cetro gemía la Medicina hacía cuatro siglos. Pereira se inmortalizó por haber presentido los inconvenientes de las opiniones galénicas, que habían abasallado a los médicos hasta el punto de que las obras de los más famosos de entre ellos, eran insoportables por la vulgaridad de los elegidos dados a Galeno. No era permitido contradecirle, porque había tenido la buena fortuna de juntarse con Aristóteles, que se había hecho el oráculo de las escuelas, aún entre los cristianos".

Concluyamos estos apuntes con estas palabras de Alonso Cortés, Ic.: "Un hombre que rompe abiertamente con preocupaciones admitidas por el común ascenso; que sienta, en contra de ellas, proposiciones audaces, adelantándose a los innovadores de la filosofía; que desacata la autoridad de Aristóteles, de Galeno, de Averroes, de Erasmo y de San Agustín, y se jacta de reformar las teorías clínicas, había de ser por fuerza un carácter genial, arriscado y rebelde".

Aquí una de tantas vanas lamentaciones. Esos nombres, de los que la ciencia universal aclama justificadamente por sabios, han alcanzado en todo el mundo los mayores honores. Gómez Pereira que tuvo el valor y el talento de tutearlos, solo ha merecido de su propio pueblo --y en fecha reciente-- rotular una calle de última categoría, conocida exclusivamente por los propios vecinos. ¡Error manifiesto de perspectiva!

Reconozcamos los medinenses el deber de estudiarle, más, conocerle mejor y averiguar la fecha de su muerte que permanece ignorada. (Murió en 1515)

N. Queda dicho que en los documentos se le nombra a nuestro genial filósofo y eminente médico (que atestiguó el testamento del gran Rodrigo de Dueñas) unas veces licenciado Perea y otras Pereira, indistintamente. Por inadvertencia de esto, D. Ildefonso Rodríguez los catalogó como personas diferentes, y aún admitió otro médico Pereagran, por leer equivocadamente a Ossorio que escribió: Perea, gran médico... (Pág. 111 y 909)

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H. - JUAN DE CUELLAR. Ninguno de los cronistas locales hace mención de este medinense que en el siglo XVI pasó al Nuevo Mundo, como hicieron tantos otros, impulsados por anhelos del corregidor mencionado en IN. p. no le llevó el afán de riquezas ni el de ampliar la prodigiosas conquistas de sus camaradas. Sus preocupaciones fueron de un orden más elevado, dejándonos la estela e un buen recuerdo que no hemos de echar al olvido. Garcilaso de la Vega, el Inca, en sus "Comentarios Reales", lib. II, cap. XVIII, habla del estímulo que sentían los indios y mestizos por ilustrarse y asimilarse los conocimientos de los conquistadores, y dice: "Los indios del Perú, ya que no fueron ingeniosos para inventar, son muy hábiles para imitar y aprender lo que les enseñan. Lo cual experimentó largamente el licenciado Juan de Cuellar, natural de Medina del Campo, que fue canónigo de la santa iglesia de Cuzco; el cual leyó gramática los mestizos, hijos de hombres nobles y ricos en aquella ciudad Movióse a hacerlo de caridad propia y por súplica de los mismos estudiantes, porque cinco preceptores que en veces antes habían tenido, los habían desamparado a cinco o seis meses de estudio, pareciéndoles que por otras granjerías tendrían más ganancia; aunque es verdad que cada estudiante les daba cada mes diez pesos, que son doce ducados; más todo se les hacía poco... Desta manera anduvieron en mis tiempos los estudiantres descarriados de un preceptor en otro sin aprovecharles ninguno, hasta que el buen canónigo los recogió debajo de su capa y les leyó latinidad casi dos años entre armas y caballos, entre sangre y fuego de las guerras que entonces hubo en los levantamientos de D. Sebastián de Castilla y de Francisco Hernández Girón... En aquél tiempo vio el canónigo Cuéllar la mucha habilidad que sus discípulos mostraban en la gramática, y la agilidad que tenían para las demás ciencias... Doliéndole de que se perdiesen aquellos buenos ingenios, les decía muchas veces: --Oh hijos, qué lástima tengo no ver una docena de vosotros en aquella universidad de Salamanca... El canónigo Juan de Cuellar tampoco dejó sus discípulos perfeccionados en latinidad, porque no puedo llevar el trabajo que pesaba en leer cuatro lecciones cada día y acudir a las horas de su coro; y así quedaron imperfectos en la lengua latina".

No fue ejemplarísima, en verdad, la perseverancia de nuestro canónigo. Con todo, su caridad con los indios y su amor a las letras, legitiman esta breve mención.

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I. - CRISTÓBAL DE SAN VICENTE. Cuando las banderas españolas monopolizaban las victorias en los campos de batalla de Europa, África y América, no era solamente la sabia política o acertada dirección de los grandes capitanes que acaudillaron a los españoles, la causa principal de aquellos desonantes triunfos; era el denuedo individual de los soldados un factor esencial de aquella dilatación de fronteras. Medina dió muchos soldados de ese acerado temple: regulado y eneltecido, unas veces por el pundonor, como en el coronel Mondragón (15 N. b), y desmandado por la cólera o la bravuconería otras, como en el caso de este soldado medinense: Cristóbal de San Vicente. Copiaremos algunos de los rasgos que de él dejó escrito Ossorio, pág. 268..., según lo sabido con mucha certeza y verdad.

"Fue Cristóbal de San Vicente hijo de un hidalgo honrado de esta villa; pasó a Italia en compañía de un caballero de ella, llamado D. Juan de Bobadilla, padre de D. Diego de Bobadilla, que hoy posee su mayorazgo. Siendo vivo su padre, este caballero le envió a servir al Rey a las guerras de Italia y llevó en su compañía a San Vicente: llegaron a la ciudad de Nápoles, donde D. Juan de Bobadilla estuvo algunos años, al cabo de los cuales se volvió a esta tierra y Cristóbal de San Vicente se quedó en Italia, donde se dio a conocer con la ocasión que se ofreció de ir su capitán a asegurar cierto paso de enemigos; pusiéronle de centinela para guardar la entrada de un puente por donde se temía habían e venir los enemigos estando en ella a la modorra antes que amaneciese, vinieron los enemigos con mucho silencio a querer entrar por el puente; echólos e ver San Vicente, y cogió el medio del puente y disparó el arcabuz y mató a uno de ellos y tendio a otro por el suelo malherido, entendendo que sería sentido el arcabuz en su campo y que vendrían luego al socorro; defendíase con su espada y metíase con tan gran ánimo entre los enemigos, que la respuesta del arcabuz se oyó en su ejército; no acudieron tan presto que no le fuese menester defender su persona. Hízolo tan bien, que cuando llegaron los del socorro, tenía por el suelo siete enemigos heridos de muerte. A este tiempo era ya el día entrado y se echaban de ver bien unos a otros".

"El socorro que vino con el ánimo de San Vicente, echó del puente a los contrarios, y viendo que les llevaban de vencida tuvieron por bien volver las espadas, huyendo a mucha prisa, y los del socorro les iban siguiendo haciéndoles mucho daño; al fin los dejaron y se volvieron al puente, y llegando adonde estaban los siete muertos y heridos quedaron espantados los del socorro del famoso hecho de Cristóbal de San Vicente, y decían los que habían quedado con vida: --¿Quién es aquel jayán que peleó con nosotros, que os aseguramos que no parecías sus golpes en su furia sino un rayo del cielo?"

"Este fue el primer hecho de fama que hizo San Vicente; por él fue muy temido y estimado, y él cobró orgullo para hacer cosas señaladas. Vueltos de esta jornada a la ciudad de Nápoles, como sonase el hecho, le miraban todos y le señalaban con el dedo, y estas cosas dan ánimo a los hombres para que tomen brío y hagan cosas señaladas. Un soldado valentón y arrogante tuvo alguno envidia de que se solemnizara su hecho, y en su ausencia deshacíalo y murmuraba de él; dijéronselo a Cristóbal de San Vicente; topóle un día y con mucho comedimiento le dijo algunas razones, dándole a entende su mayor pecho, y que los soldados honrados no debían murmurar de nadie en l ausencia: --Diré todo lo que yo quisiere-- le contestó. Y como haciendo burla de él se iba y le dejaba. Encendióse en ira San Vicente y le dijo: --Yo no soy hombre de palabras, sino de obras--, Y echó mano de la espada. A este punto llegó gente y apartóles, y cuandoel soldado desenvolvió la capa del brazo, se le cayó la mano en el suelo, que se lo cortó de la cuchillada, y no le sintió hasta que la vio en el suelo, que fue pena de su pecado, que a gente arrogante siempre le suceden semejantes cosas. San Vicente se recogió con sus amigos y con este hecho fue cobrando mayor fama y mayor ánimo. Dentro de Nápoles tuvo otra pendencia con un soldado francés, como desafío. Estando peleando se le entró el francés y le asió de la barba, que le traía al suelo, y viéndose San Vicente algo apretado, con la mano izquierda se aprovechó de su daga y se la metió al francés por el cuerpo y al punto le soltó porque cayó muerto; por este caso se propuso andar siempre sapado todo, barba y bigotes, y así vino a esta villa cuando vino. Con este tercer hecho era en gran manera temido, y luego el Virrey le dio conducta de capitán de infantería. Fue este gran soldado hombre de gran cuerpo y grandes miembros y espaldas, que entre otras gentes llevaba la cabeza a todos".

"Pasando un día por la rúa de los Catalanes salieron a una puerta cuatro tudescos, y como le vieron, empezáronse a reir, como haciendo mofa. San Vicente notólo y volvió a ellos diciendo:

--¿De qué es la risa, gentimes hombres?

--¿Eres tú el español valiente?-- le dijeron con la misma mofa y risa.

-- ¿Quíerenlo saber?-- respondió San Vicente, y diciendo esto echó mano a su espada contra todos y ellos contra él, y en poco espacio tendió dos muertos y a los otros dos jarretó las piernas, que no se pudieron levantar. A este tiempo y al ruido se habían juntado más de veinte tudescos a favor de los otros, y cuando vio las tropas de tantos, tomó el montante al criado y como un toro herido hizo tal destrozo que me certificaron soldados honrados de aquellos tiempos, que cuando llegaron gentes que los querían meter en paz y la justicia, tenía muertos y heridos más dew catorce de ellos. Se llegaron a él muchos capitanes y soldados amigos y saráronle de la pendencia y la traspusieron por unos días. El Virrey supo el caso y mandó hacer información sobre él y hecha hallóse en su favor porque se averiguó haber sido provocado; y así se quedó".

"Por estos tiempos la Majestad de Felipe II estaba en los estados de Flandes y volaron allá los hechos de San Vicente... Su Majestad le envió a llamar, pues le quiso conocer y premiar su valor. Fue Cristóbal de San Vicente, que le quería besar los pies. El Rey le envió a decir que se aguardase, que luego se vería con él. Estuvose paseando por el salón un gran rato, y en ese tiempo el Rey considerándole y observando su persona por entre unos tapices, y estando S. M. así, subiósele la cólera a San Vicente y dijo a los porteros:

--¡Cuerpo de Dios, con tanto aguardar! Digan al Rey que ya volveré.

Todo esto lo oyó S. M. y se le asentó que no tenía la prudencia que requería un capitán de tanta fama. Salió luego S. M. y mandó que le llamasen. Volvió San Vicente e hizo el reconocimiento a un tan gran Rey se requería, y estando hincada la rodilla, el Rey le mandó levantar y le dijo:

--Seáis San Vicente, bien venido; yo os envié llamar para conoceros por los hechos que de vos acá se han oído, y haceros merced, que es mucha razón que los soldados, tales como vos, sean gratificados.

San Vicente le dio las gracias lo mejor que pudo, y el Rey le dijo:

--Holgaos algunos días y no os vayáis sin volverme a ver.

Despidióse de S. M. y estuvo algunos días en la corte de Amberes donde fue muy festejado... Determinado quererse volver a Nápoles, fue a besar la mano de S. M., el cual estaba informado de personas que lo conocían si tenía buen proceder para materia de gobierno, y supo que era persona que no podía refrenar su cólera cuando algunas veces le venía, y que emprendía hechos temerarios. El Rey respondió a los que le informaron:

--Pues este soldado mejor es para pelear que para gobernar. y Así S. M. le dio una ventaja de 500 ducados cada año y le mandó dar mil ducados para la costa de su camino y le volvió a Italia, habiendo estado en ella al pie de treinta años. Su padre, que era muy viejo, le importunaba con cartas que en todo caso le viese antes que Dios le llevase, el cual procuró y darle gusto".

"Sucedió que viniendo muy bien puesto, con dos criados de a caballo y tres de a pie, vivía su padre en un barrio nuevo cerca de Nuestra Señora de Gracia. Yendo el buen viejo a la plaza, en medio de la calle del Almirante, acertó a pasar su hijo con el acompañamiento que traía de sus criados y alzó el padre la cabeza por ver gente que venía, y acertó a mirar el hijo y a reconocerlo, y apeóse y puesto de rodillas se le dio a conocer, y tomóle la mano y besósela. Consideración es ésta de alta ternura para cualquiera que bien lo quisiera mirar; vuélvese con su padre a casa, donde halló sus hermanos y cuñados que le recibieron con mucha alegría. Luego se puso en la villa, y desde el corregidor que era D. Diego de Santillana y todos los caballeros más principales le fueron a visitar...".

Este sencillo y natural homenaje, prodigado al soldado medinense, émulo de García de Paredes, por el año 1568, y regateado desdeñosamente los años después a Mondragón, de historia militar más brillante y pura, enojó grandemente a éste y la malquistó con sus paisanos a quienes no volvió a visitar.

Cristóbal San Vicente terminó sus días ejerciendo la alcaldía de un presidio que el Rey le encomendara, a los 50 años de edad.

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J. - CRISTÓBAL DE OLEA. D. Antonio de Solís en su "Historia de la conquista de Méjico", lib. V. cap. XVIII, cuenta que atacando Hernán Cortés la ciudad de Wochimilco, "rompió con alguna dificultad la trinchera que defendían, y reincidió en la culpa de olvidar su persona en sacando la espada, porque se arrojó entre la muchedumbre con más ardimiento que advertencia, y se halló sólo con el enemigo por todas partes, cuando quiso volver al socorro de los suyos. Mantúvose pelenando valerosamente hasta que se le rindió su caballo; y dejándose caer en tierra le puso en evidente peligro de perderse, porque se abalanzaros a él los que se hallaron más cerca, y antes que se pudiese desembarazar para servirse de sus armas, le tuvieron poco menos que rendido, siendo entonces su mayor defensa la que interesaban aquellos mejicanos en llevarle vivo a su príncipe. Hallábase a la sazón poco distante un soldado conocido por su valor que se llenaba Cristóbal Olea, natural de Medina del Campo, y haciendo reparo en el conflicto de su general convocó algunos tlascalteca de los que peleaban a su lado y embistió por aquella parte con tanto denuedo y tan bien asistido de los que le seguían, que dando la muerte por sus manos a los que inmediatamente oprimían a Cortés, tuvo la fortuna de restituirle a su libertad: con que se volvió a seguir al alcance; y esapando los enemigos a la parte del agua, quedaron por los españoles todas las calles de la tierra. Salió Hernán Cortés de este combate con dos heridas leves, y Cristóbal de Olea con tres cuchilladas considerables, cuyas cicatrices decoraron después la memoria de su hazaña. Dice Antonio de Herrera que se debió el socorro de Cortés a su tlascalteca, de quien ni antes ni tenía conocimiento ni después se tuvo noticia, y deja el suceso en reputación de milagro; pero Bernal Díaz del Castillo se llegó de los primeros al socorro, le atribuye a Cristóbal Olea".

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K. - EL DR. ALONSO GONZÁLEZ. (seguimos a D. Julián de Ayllón) "cuya ascendencia se ignora, fue natural de esta villa y conocido en ella vulgarmente por el "Dr. de la Plazuela", por tener sus casas en la plazuela llamada del Pan, que es la de San Juan de Sardón. Fue consejero de los Reyes Cattólicos, y de sus prendas y talentos hicieron SS. MM. tanto alto concepto que n se determinaban a resolver en los asuntos más arduos sin oír antes el dictado de nuestro doctor. Pues como a los principios careciese de esta graduación que echama mucho de menos para acreditarse y proporcionarse a mayores puestos, resolvió pasar a Salamanca a recibir el grado de Doctor. para lo cual pidió licencia a los Reyes; y como estos necesitasen de su continua asistencia por razón de los muchos y graves negocios que ocurrían, no le dieron permiso por entonces. Pasado algún tiempo, repitió la súplica y, queriendo los Reyes complacerlo, hallaron modo de conciliar uno con otro, esto es, que recibiese el grado sin apartarese de la asistencia de SS. MM. Para lo cual mandaron al Maestreescuela de la Universidad de Salamanca que con los doctores y el aparato necesario para un grado de pompa pasase a esta villa. Pusiéronse luego en marcha, y llegando a ella graduaron de doctor a nuestro González, cuya función se hizo con la mayor solemnidad, autorizada por la presencia de los Monarcas en la insigne Colegiata y el paseo por las calles de esta villa del mismo modo y con las mismas ceremonias que se practica en Salamanca. Los Reyes, como padrinos del nuevo Doctor, costearon todos los gastos de propinas, viajes, etc., cosa por cierto digna de memoria por singular y extraordinaria y que solo puede verificarse en semejantes circunstancias...".

Ayllón funda este relato en el testimonio de Ossorio que le recogió verbalmente de los descendientes del Doctor. Así consta, efectivamente, aunque no en el manuscrito utilizado por D. Ildefonso para darle a la imprenta.

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L. - D. ANDRÉS CUESTA. De este ilustre medinense que llegó a la dignidad de obispo de León, dice el mismo biógrafo: "Entre los obispos naturales de esta villa que más sobresalieron en literatura se cuenta a D. Andrés Cuesta, obispo de León. Formó sus estudios en la Universidad de Alcalá, habiéndose entrado colegial de 1536 en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la misma ciudad, siguió la profesión teológica con tales progresos que obtuvo tres cátedras en dicha Universidad, y las regentó con extraordinario magisterio y doctrina, como de ellos dieron testimonios los eminentes teólogos que fueron sus discípulos, los cuales ilustraron después la Nación. Fue primero canónigo de la colegiata de San Justo; después, por la recomendación de su gran virtud y ciencia, elegido por Felipe II en 10 de enero de 1585 para el obispo de León y enviado al Concilio de Trento en el pontificado de Paulo IV, donde, dándose a conocer por gran prudencia y literatura, se hizo de él el aprecio que merecía. Tratando el Concilio de abrigar las exenciones de las iglesias, supo sostener con tanto acierto y justicia la causa de la iglesia Magisterial de Alcalá, que los Padres acordaron unánimes exceptuarla, como consta del testimonio que se le dio por el secretario del mismo Concilio trae Gil de Ávila en el "Teatro de la iglesia de León". El emperador Carlos V. le tuvo en mucha estima y desu sabiduría hizo tal concepto que dijo sería tan grande obispo como era doctor y maestro, porque si en las letras había tenido el primero lugar, no dudaba la tendría también en la dignidad; y en efecto, se cumplió el dicho del Emperador por haber correspondido su ejemplar vida a la eminencia de su saber. alvar Gómez en el libro octavo de la "Vida del cardenal Cisneros" dice de nuestro obispo que fue de maravillosa sutileza, agudo ingenio y no vulgar prudencia. En su regreso al Concilio llegó al monasterio de Monserrat donde enfermó de muerte y perdió la vida en el año 1564, como lo dice el epitafio de su sepultura en la capilla de San Benito donde yace: ANDREAS CUESTA EPISCOPUS LEGIONENSIS E CONCILIO REVERTENS HIC FEDUNCTUS JACET ANNO DOMINI 1564".

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M. - DIEGO DE DURANGO. De él hacen a porfía los más encomiásticos elogios nuestros historiadores. Haremos breve síntesis.

Hijo de un hidalgo medinense y huérfano en edad temprana, andaba vagando por la villa; pero enfadado del ocio, que es de lo que más huyen los hombres honrados, se determinó a ir a la Corte sirviendo a un caballero. Trocó bien pronto este servicio por el del Rey, que era mejor amo, asentándose para la guerra. Durante diecinueve años consagró a Marte los mayores sacrificios y realizó por la Patria las más sorprendentes hazañas. Seis años en lacampaña de Portugal y en Italia, trece en Flandes, sin dar tregua al desánimo, pasando por los grados de alférez, sargento mayor y capitán hasta llegar a Maestre de Campo "y si viviera fuera General de todo el ejército --dice Ossorio-- según le iba ayudando su buena suerte". en Calais en Cambrai, en Miens, salvó con arrojo y sangre fría las situaciones más difíciles destacándose sobremanera en Ostende donde libró la muerte o prisión segura al Archiduque Alberto, que se veía ya cercado y apretado de enemigos que le hicieron y mataron dos de sus pajes. La súbita presencia del tercio acaudillado por el maestre Durango puso en derrota al enemigo y en libertad al Archiduque.

"Pues cuando este gran soldado -continúa Ossorio-- iba subiendo a su estrella le iba favoreciendo y empinando en pujanza de cargos tan honrosos, acabó su vida a la edad de treinta y siete años, y hasta en la muerte le ayudó el planeta Marte, pues murió peleando. Yendo a reconocer su puesto, una bala topó con él y le hizo pedazos, que no pudo hablar ni ceder más que: -Domine, memento mei. Ocupe este puesto mi sargento mayor Zavallos...".

La fecha de su muerte, no consignada, debió ser por el año 1603.

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N. - SAMUEL DE MEDINA. Nació en esta villa, hubo de dejarla, siendo nuño, cuando sus hermanos de religión judaica fueron expulsados en virtud del decreto de 31 de marzo de 1492. Filósofo, jurista, predicador y doctrinero de sus hermanos de raza y uno de los Rabanin o maestros, de quien dice Inmanuel Aboad en la pág. 310 y sig. de la "Nomologia": "En Salonique gobernó en aquel tiempo el señor Samuel de Medina, que nos dejó compuestos Consultos muy importantes, y los años pasados hizo imprimir en Mantua el señor Semahya de Medina, su nieto, un libro de algunos Desarot o sermones suyos, a que puso por título "Sepher Ben Semuel", libro de Samuel, y contiene treinta sermones doctrinales que dijo en la Sinagoga en diferentes sábados y otroas festividades de los judíos". Fue impreso en el año del mundo 5376, de Cristo 1616, en un tomo en 4º.

Puso una obra jurídica intitulada Seeloth Uthesubotk --Preguntas y Respuestas-- en que comenta varios tratados talmúdicos, y fue impresa en Constantinopla sin nota de año, y en Salónica por Abraham Josef en los años del mundo 5656 y 5360, de Cristo 1596 y 1600, de estas dos ediciones da razón Thomas Hyde en el "Catálogo de los libros impresos en la biblioteca de Oxford", y Wolfie en su "Biblioteca Hebrea". Véase la "Biblioteca Española" de D. Pedro Rodríguez de Castro t. I.º, edición de Madrid, año 1781.

Ésta es en resumen la nota bio-bliobliográfica que referente a tan interesantepersonaje estampa Ayllón, quien es autor también de la siguiente:

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Ñ. - FERNANDO RUIZ DEL CORRAL, cuya patria es Medina del Campo, fue entre sus ilustres hijos uno de los caballeros que más contribuyeron a su honor y fama con sus heroicos hechos y con las dignidades que le adornaron. Profesó la religión de San Juan, en las que obtuvo las encomiendas de Higuera, de Yévenes y de la Trecenal. Llegó a ser Bailío de Negroponte de las nueve villas, gran Canciller y General de las Galeras de Malta, gobernador de la isla y castellano del castillo de Sant Ángel. Era de tanto valor y tan perito en las guerras que se hizo temible de los turcos a quienes quitó muchos galeones y ganó muchas victorias. Fue tan sobresaliente la fama de sus hechos y tan distinguido su mérito que por esta razón le confirieron la Gran Cruz, con preferencia a otro competidor más antiguo.

En el cerco que por mar y tierra puso a Malta el Gran Turco con dos ejércitos, año de 1565, en cuya ocasión estuvo para perderse la isla, trabajó en su defensa nuestro Corral y obró tan heroicamente que se puede asegurar fue de aquellos a quienes más se debió la victoria. Hallóse tan apretado de los sitiadores y se acercaron tanto que hablaban con los sitiados, y en esta razón en que se hallaba Corral apostados a la puerta del Castillo, le tiró un turco un arcabuzazo que le llevó la piel del vientre. Sanó y luego y vuelto a la muralla, descargaron contra él una lluvia de piedras arrojadas con hondas, que le estropearon las piernas y de sus resultas se le hincharon de conformidad que no podían sustentarle en pie, por lo cual le fue preciso hacer cama para su curación. En esta situación tan dolorosa se hallaba, cuando un día oyó un gran ruido de voces y lamentos; entonces preguntó a su criado que era aquello, y como éste le dijese turbado que e parecía haber entrado los turcos en la ciudad, no pudo contenerse, y dejando el lecho, empuñando la espada en una mano y apoyándose sobre el criado con la otra, se fue a la muralla a donde estaba el Maestre armado con una pica, y viéndole cerca de sí, le dijo: --Caballero, ¿donde vais estando enfermo?-- Respondióle: --Monseñor Ilustrísimo, a morir, y quiero sea en la muralla y no en la cama. A lo cual dijo el Maestre: --Llegaos aquí y entrambos moriremos.

Salvóse por entonces la isla y asimismo nuestro Bailío, el cual, después de muchos años, vino a morir en Malta, colmado de honores, de gloria y de merecimientos, que sin duda le hubieran colocado en el gran Maestrazgo si hubiera sobrevivido a su posesor, según era la aceptación y nombre que se había granjeado por sus hazañas.

Su familia es de las más nobles y antiguas de Medina, declarada por tal en el Padrón de Alhama, y enlazado con los Linajes de los primeros conquistadores de ella, como lo dice Alonso López de Haro en el segundo tomo de su "Nobiliario",tratando de este apellido de Corrales. Fue hijo de Pedro Ruiz del Corral, regidor de esta villa y alférez de la compañía de los cien continuos del emperador Carlos V, y nieto de Alonso Ruiz del Corral, primer alguacil mayor de la Inquisición. Sus casas estuvieron situadas en lacalle de Escuderos, dentro de la primitiva Medina, las mismas que fueron del Conde Lozano.

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O. - LOS VILLARROELES. De esta prestigiosa familia, entroncada en el siglo XVI con la de Álvarez de Eván, de añejo abolengo medinense, descollaron varios individuos con relieve particular, ejerciendo positiva influencia en los destinos de la villa. Los más sobresalientes fueron:

JUAN DE VILLARROEL Y QUIROGA. "uno de los naturales más ilustres de esta villa --dice el biógrafo medinense--, cuyos famosos hechos deben escribirsecon los fastos españoles para memoria perpetua de su nombre. Fue caballero Sanjuanista, Baulío de las Cuatro Villas, Comendador de Yéboles y Alcolea, y general de las galeras de su Religión. Sirvió desde el año 1605 hasta 1618 en las galeras de Italia, estado de Milán y reino de Sicilia. Hallóse en la jornada que hizo el Marqués de Santa Cruz a Lareche y en la expulsión de los moriscos de Valencia. Siguió también a D. Antonio de Aragón en el viaje que hizo a Levante, en cuya ocasión embistiendo con su animora galera a una de las enemigas, logró brevemente rendirla; y cuando el príncipe Filiberto envió a D. Diego Pimentel con dos galeras, una napolitana y otra siciliana, a combatir la Armada Turca, fue una de ellas nuestro capitán con su compañía, y dando con la escuadra enemiga, acometió a la Capitana de Alejandría con tando denuedo que, asaltándola él de los primeros, mató al general y ganó elestandarte, hazaña que, consternado mucho a los turcos, facilitó sobremanera la victoria. Asimismo se halló en el sitio de Onella, Bolbandón y Dens; y cuando el Duque de Saboya se le derrotó sobre las colinas de Aste con pérdida de toda su artillería; en la rota de la Mota, asedio y toma de San Germán; en la rota de Lucedio y sitio de Befceli: en todas la cuales funciones sobresalió tanto su valor que mereció la estimación y mayores elogios de sus jefes"

JUAN DE VILLARROEL Y QUIROGA, marqués de Palacios, vizconde de la Frontera y señor de Eván. De las buenas prendas de éster como de su hermano Francisco, habla entusiasmado Ayllón, que los conoció y trató y cuyas noticias extractaremos.

D. Lorenzo descubrió desde su infancia una vivacidad de espíritu muy singular y un ingenio peregrino para las ciencias. Estudió humanidades en el colegio de Jesuitas de esta villa, y después pasó a cursar Jurisprudencia en la Universidad de Valladolid, en la que no adelantó lo que prometían sus talentos porque la Poesía le llamó con atracción irresistible. La corrupción general del buen gusto que contaminó y perdió y muchísimos ingenios en todas facultades, hizo que malograse los años más prometedores de su edad en obras cuya imperfección él mismo reconoció, pero no tuvo el acierto o el valor de corregirlas. Compuso varias sobre diferentes asuntos, que han desaparecido, salvándose solamente dos tragedias que merecieron el aplauso de eruditos.La primera tiene por titulo "Ana Bolena", impresa por D. Antonio Sancha de 1770; la segunda, titulada "El Conde Don García de Castilla", fue editada en 1778 por D. Pantaleón Aznar. Estuvo casado cuatro veces, siendo su primera esposa Dª. Antonia Rivadeneira, mariscala de Castilla; y la última doña Paulina de Castro, hija de los marqueses de Villarreal.

FRANCISCO DE VILLARROEL estudió, asimismo, con los Jesuitas, teniendo por maestro al P. Ángel Sánchez, grande humanista. Reveló muy tempranas aptitudes para el cálculo y dibujo, y llevado de esa inclinación pasó en 1776 a Barcelona a estudiar Matemáticas. En el primer año llegaron ya sus adelantamientos a tanto que le buscaban sus condiscípulos como a nuestro para la resolución de sus dudas y frecuentaban su casa a mera de academia. En 1769 fuenombrado ayudante de Infenieros de Academia. En 1769 fue nombrado ayudante de Ingenieros porque sus progresos en cuanto a delineación y dibujo caminaron paralelos a las demás especulaciones científicas. Alcanzando el grado de Ingeniero, gozó de la estimación y confianza de los generales Martín Cermeño, Sabatini y Caballero, que se sucedieron en la dirección del Cuerpo, y le mantuvieron constantemente a su lado para beneficiarse de los profundos conocimientos del ingeniero medinense, poniéndole al fin al frente de la Academia, cuyos planes docentes él modificó, elevándolos al grado que demandaban las exigencias de los tiempos y los progresos alcanzados por las ciencias aplicadas.

Su tarea docente, la más en consonancia con sus aptitudes, tuvo las intermitencias que impusieron las necesidades de la guerra. En 1794 fue destinado al ejército del Rosellón, donde hizo la campaña de ese año y del siguiente, hallándose en el desgraciado encuentro que motivó la muerte del Conde de la Unión. En la retirada consiguiente, correspondió a Villarroel la defensa de la plaza de Rosas, asediada durante dos meses y medio por el enemigo, mereciendo por su actuación valerosa y por la acertada aplicación de sus teorías poliorcéticas, el ascenso a coronel. Terminada aquella campaña, hubo de inspeccionar la frontera portuguesa en previsión de la guerra contra Inglaterra, volviendo a sus tareas académicas que ya no abandonó. Fue comisionado en diversas ocasiones al extranjero para estudiar cuestiones militares.

"Cuanto sabe (y no es poco) --dijo su biógrafo-- lo debe todo a su infatigable aplicación en el estudio de los autores originales, griegos y romanos, y los más insignes modelos que han tratado de Matemáticas y de Arte Militar. Demás de esto, está enriquecido con conocimientos muy exactos de varias facultades... En la lengua griega y en otros idiomas que le parecieron conducentes para sus adelantamientos, ha hecho particular estudio... Si hubiéramos de ponerle en paralelo con alguno de los grandes hombres que en su línea ha producido el suelo español, acaso la envidia no dejaría de atribuirle a lisonja, pero que no admite duda es que merece colocársele entre los geómetras de primera orden".

Al escribir esas líneas el Sr. Ayllón --acaso en 1812-- dijo que vivía, aunque había perdido la vista. Quedamos ignorandosus postrimerías.

A esta misma familia perteneció el abad D. Nicolás Cipriano (I. N. i)

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P. - MANUEL DE CILLEROS. De éste como de el que sigue, ambos afortunados soldados medinenses, no he encontrado otras noticias que las dasas en benemérito autor de Varones ilustres de Medina. Cumpliré el deber de trasladarlas.

"Se alistó, siendi ya de veintiún años, en la lucida compañía de cincuenta caballeros que levantó esa villa en el año de 1702 con el motivo de la guerra de Sucesión. De aquí a poco se le halló de carabinero en el regimiento de Rosellón, donde continuando con honor su servicio y pasando por los grados de cabo de escuadra hasta teniente y ayudante mayor, ascendió a capitán del mismo, en cuyo empleo se mantuvo hasta el año de 1730. En este tiempo se señaló desde soldado en las partidas y destacamentos que se ofrecieron en Galicia, Castilla y Cataluña; en los socorros de Badajoz y Montesa; en los reencuentros que se tuvieron contra los imperiales en Brozas, Almenara y Peñalba; en los sitios de Elche, Lérida, Tortosa y Barcelona; en las batallas de Almansa, Zaragoza y Villaviciosa. En la conquista de Cataluña le hicieron prisionero los rebeldes, y habiéndole conducido ignominiosamente a Cardona, le metieron en el calabozo y quisieron ahorcarle.

Hallóse en la expedición de Ceuta, y en ella asistió a D. Juan de Cereceda, cuando se retiró el ejército dentro de la plaza. Habiéndose de formar en 1730 una brigada de Caballería de 600 hombres escogidos, titulada de Carabineros Reales, en atención al espíritu, valor y sobresaliente mérito de nuestro Cillero, fue escogido para que pasase en calidad de ayudante a la formación de dicha brigada, en cuyo tiempo, pasando por ella, en italia a la conquista de Nápoles, se halló el año de 1734 en la célebre batalla de Bitonto, teniendo la gloria de haber sido en ella el primero que atacó a los enemigos con el escuadrón de carabineros de su mando, y desordenándolos y poniéndoles en huida, siguió su derrote con ochenta hombres hasta cerca de las puertas de Bari, en cuya ocasión hizo más de 600 prisioneros. Hallóse también en el bloqueo de Capua, en la campaña de Lombardía y en otros diferentes sitios y batallas que ocurrieron en Italia. Por todo lo cual mereció que S. M. le promoviese el grado de coronel: luego se le confirió la sargentía mayor de la brigada. De aquí pasó a brigadier de Caballería y a mariscal de campo. Finalmente, concluida con la mayor brillantez su carrera militar, cargada de triunfos y de años, se retiró a su patria en el de 1754 a gozar de las dulzuras de la paz y dedicar al obsequio de la Santísima Virgen del Rosario, a quien había tenido por protectora en las batallas los últimos días de la vida y los frutos de sus victorias. Levantó a su costa en el convento PP. Dominicos de esta villa la capilla mayor; pero quiso Dios, antes de que viese concluidos sus piadosos deseos, pagarle la devoción a su Soberana Madre, llevándole a descansar eternamente en el año de 1756. Yace sepultado en la capilla mayor de la Colegiata, a cuya parroquia debió la regeneración santa del bautismo el 24 de enero de 1675.

Aún no se había enfriado su cadáver cuando le llegó la patente de Teniente General.

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Q. - D. JOSÉ ESCUDERO. nació el 18 de marzo de 1751 de nobles padres, que lo fueron D. Francisco Escudero y Lisón, regidor del Ayuntamiento y Dª. Joaquina Hernández Beltrán, naturales también de esta villa. Desde joven dio inequívocas pruebas de estar animado de un espíritu marcial y muy a propósito para las acciones bélicas; y para prepararle a cualquier arrera que en adelante hubiese de elegir, le aplicaron sus padres a los estudios de gramática, los cuales concluidos aprovechadamente, y hallándose ya en aptitud para tomar armas, su innata inclinación le hizo preferir a otros destinos el de la milicia. Comenzó a servir el día 3 de octubre de 1769 en el regimiento hasta el 3 de noviembre del mismo año en que pasó, ya decadente, a la Real Academia de Ocaña, de la cual salió con otros condiscípulos el bloqueo de Gibraltar desde el 12 de julio de 1779 hasta el 4 de abril de 1781, y desde éste continuó su servicio, promovido ya el grado de alférez, hasta el 20 del mismo mes y año en que se levantó el sitio.

Tuvo diferentes veces comisión para perseguir contrabandistas y malhechores, en la cual se distinguió sobradamente. Desde fines de 1792 permaneció en el ejército de Aragón con en escuadrón de Extremadura, hasta tanto que pasó éste, a mediados de 1793 al del Rosellón en cuyo tiempo se halló en la batalla de Trullas, en el paso del Ter, en el ataque y toma del campo de Cornellas; en las acciones de Venet, Pérez Tortes, campode Bolo, ataque y toma de las baterías de Villalonga, portándose en todas ellas a satisfacción del mayor general D. Agustín Lancáster.

En agosto de 94 paso al ejército de Navarra y Guipúzcoa en el regimiento de Voluntarios de España, con su escuadrón de Aragón, y se halló en el ataque y retirada de Locumberri, y en la de Equino el día 24 de julio de 1795, en el ataque y desalojamiento del enemigo de Miranda de Ebro, en cuya ocasión dio las más relevantes pruebas de su valor y espíritu guerrero, pues no pudiendo mirar con indiferencia por una parte la altenaría del enemigo y por otra la inacción de algunas de los nuestros que ocupaban el puente, rompiendo con sus tropas por medio de los que estorbaban al paso, dio sobre los enemigos con espada en mano con tanto denuedo, que destrozando cuanto se le oponía delante, les llenó de terror y les puso en precipitada fuga, por cuyos méritos fue promovido a capitán en propiedad, y poco después, en el mismo año 95, a coronel.

Hallóse también en la compañía de Portugal, en la tomade la plaza de Olivenza y de la Jurumeña, y en el sitio de Campo Mayor con los escuadrones de su regimiento. Asimismo estuvo destinado con éstos al ejército de Castilla en Ciudad Rodrigo, y posteriormente en el acantonamiento de Extremadura hasta marzo de 1808, hallándose luego en el asedio de Yelves. De aquí pasó a Burgos bajo el mando del Conde de Belveder, en 8 de noviembre de 1808, derrotando al enemigo, matándoles 80 caballos y defendiéndose valientemente en la retirada del ejército a Aranda con el general Frías. En Somosierra se halló con 170 dragones que le creyeron fácil presa, y con sólo 80 cazadores de su regimiento los acometió y derrotó. De allí pasó a Segovia a las órdenes del general Heredia; Cruzó el Guadarrama, llegó cerca de Madrid y luego al puerto de Almaraz, a las órdenes de Galluzo y a Valdecasa bajo las de Frías. En 22 de diciembre se halló en el ataque de Puente del Arzobispo, y el 24 de Valdelacasa, luego en Trujillo y Zalamea. Se halló también en las batallas de Medellín, Alcabón y Talavera, bajo las órdenes de Zayas, como ayudante de la División, siendo nombrado subinspector de ella, y al retirarse el ejército de Alcalá de los Panaderos, fue el que cubrió la retirada con 1.500 caballos y ocho piezas de artillería hasta la isla de León. Fue atacado en Utrera y Arahal, sin sufrir por su aplomo nada en la retirada, sirviéndose siempre sus jefes de él en los trances difíciles por su imperturbable serenidad. El 5 de marzo de 1811 actuó resueltamente en la victoria de Chiclana y el 7 de junio fue nombrado Mariscal del Campo, y poco después comandante general de Córdoba y cuando el biógrafo medinense consignaba estos datos, por el año 1815, se hallaba de Teniente General en La Coruña, ignorándose los hechos posteriores.

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R. - D. JOSÉ SANTOS VITORIA. Personalidad compleja que comenzó siendo pundonoroso ingeniero militar y acabó siendo sacerdote virtuoso, sin dejar de ser siempre sabio eminente. Su colega Ayllón, que compartió además muchos de sus aficiones y convivió una buena parte de su existencia, nos dejó estas notas biográficas.

Nació en esta villa el 07 de julio de 1716 (bautizado de San Facundo el 7 de julio), hijo de D. Francisco, regidor perpetuo de ella y de Dª. Mariana. Marchó muy joven al lado de un tío suyo, oidor en Barcelona, y estudió allí ciencias en el Colegio de Nobles de Cordellas, abrazando la carrera de las armas. Entró de cadete en el regimiento de infantería de Córdoba en 1734. Fue destinado al África y acreditó su valos defendiéndose con débiles fuerzas de un fuerte ataque de los moros en las proximidades de Mazalquivir. Se aplicó después al estudio delas Matemáticas con curso en Barcelona con aprovechamiento bajo el magisterio de D. Pedro Locuce, y por tanto, se le destinó al cuerpo de Ingenieros, donde manifestó primeramente sus talentos, levantando un plano del corregimiento de Barcelona comprensivo de los cuarenta y un lugares de su jurisdicción, con los muchos edificios campestres que contiene. En 1749 pasó a la construcción del nuevo camino de Guadarrama, mandando abrir por el gran ministro Ensenada, a las órdenes de los Ingenieros Nangle y Dumont. El año 1750 hizo lo propio en el camino de Santander. diseñando también la Puerta de dicha ciudad en la Avenida de los Caminos. En 1754 pasó a Galicia, concluyendo la obra del castillo de San Felipe y otras diferentes, como un cuartel y un almacén de pólvora. Además de esto formó una relación Histórico-cronológico-geográfica de la ciudad de Santiago, como también de la ría de Ferrol, sus castillos y baterías. En 1761 fue ascendido a teniente coronel de Ingenieros con sueldo de 1.500 pesos anuales, con destino a Chile, y como no le permitiese su delicada constitución exponerse a los quebrantos de una navegación tan dilatada, obtuvo licencia de retiro con el fin de abrazar el estaco eclesiástico, llegando al presbiterado en 1762, y obteniendo una capellanía y un beneficio en la Antigua de esta villa.

Con el nuevo ministerio no abandonó sus aficiones a aptitudes. En 1765 dirigió la construcción de los caminos de Bilbao a Pancorbo, concuya obra venció la gran dificultad de romper la Peña de Orduña, que otros juzgaron insuperable, y construyó el famoso puente de Lequieito, en Vizcaya, donde dirigió otras muchas obras importantes, por lo que la Sociedad Vascongada de Amigos del País le dio el título de socio de mérito, ejemplo que siguió la Academia de Valladolid en premio a los trabajos realizados para reparar los estragos que causara en esta ciudad la imponente crecida del Esgueva en 1788. Fue, por último, miembro honorario de la Real de San Fernando y benemérito de esta su villa natal, a cuyo Ayuntamiento asesoró más de una vez en lo tocante a la construcción del Cuartel y arregló las fuentes públicas. En el último cuarto de su vida, alternó esos trabajos de ingeniería con el celoso cumplimiento de sus deberes de beneficiado parroquia de Nuestra Señora de la Antigua. Murió el año 1795 y yace sepultado en la iglesia del Hospital General.

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S. - D. FELIX MARÍA CALLEJA DEL REY.

Félix María Calleja del Rey Bruder Losada Campaño y Montero de Espinosa
Félix María Calleja del Rey Bruder Losada Campaño y Montero de Espinosa

Conocemos algo, no como debiéramos, la legendaria conquista de Méjico por Hernán Cortés, en la que sobresalieron algunos medinenses como Bernal Díaz del Castillo y Cristóbal de Olea, pero tenemos bastante olvidada la pérdida de Nueva España, y menos conocida es aún en Medina --ninguna referencia he encontrado en escritos locales-- la personalidad del anteúltimo virrey de aquel país por haber nacido en esta villa de las calenturas el once de noviembre de 1753. "Tempora si fuerint nubila, solus eris", dijo el poeta latino, y podemos traducir libremente: "Sin la fortuna te vuelve la espalda, nadie se acordará de tí". No le fue en efecto, propicia la suerte en su última empresa militar, y murió en el olvido. Consagraremos nosotros el debido recuerdo al ilustre paisano.

Diremos ante todo que constando que nació en esta villa en la fecha citada, su bautizo quedo sin registrar, aunque sí aparecen bautizados, en la parroquia la Antigua, sus hermanos: María, el 5 de abril de 1752; Antolín, el 14 de diciembre de 1755; Juan, el 25 de diciembre de 1757, y Eugenio, el 16 de septiembre de 1760; como asimismo su padre, Juan, y su abuelo paterno, homónimo, el 7 de agosto de 1729 y el 27 de diciembre de 1688, respectivamente. Estos dos fueron escribanos del Ayuntamiento, pero esta tradición paterna no le inclinó al manejo de la pluma; prevaleció en él la afición a las armas, heredada de su abuelo materno D. Juan Antonio del Rey, nacido en Gandesa y capitán del regimiento de caballería de Flandes, que casó con Dª. María Pajón, natural de Cervillego, en quien tuvo a Dª. Eugenia, nacida en Cantalapiedra y madre del futuro virrey.

Estudió las primeras letras en el colegio de la Compañía de Jesús, siendo uno de los últimos colegiales, pues éste hubo de cerrarse por la expulsión de sus dueños en marzo de 1767. Cadete en 1782, concurrió a la expedición de Argel de 1º775; y al sitio de Gibraltar en 1782, y posteriormente a la reconquista de Mahón. Fue después director de estudios en Puerto de Santa María, y pasó en 1788 a Méjico, con el grado de capitán del regimiento de infantería de Saboya, acompañando al conde de Revillagigedo, y allí hizo toda su carrera militar y residió la mayor parte de su vida. No dejó buena fama entre los mejicanos porque hubo de llevarles la contraria en su deseo de alcanzar todos los medios de independencia, que, por cierto, después de cien años no les ha servido de gran cosa, pues en realidad son feudatarios o poco menos del Tío Sam... Ejerció Calleja el cargo de fiscal del Consejo de Indias, y en las postrimerías del siglo XVIII, siendo virrey Azanza, prestó servicios en los presidios militares de la frontera Norte, para contener las incursiones de los indios salvajes.

Cuando el famoso cura Hidalgo, al grito de ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII! ¡Mueran los gachupines! --los guachupines eran los españoles--- el 14 de septiembre de 1810 inició la insurrección en el pueblo de Dolores, del que era párroco, D. Félix Calleja residía en San Luis de Potosí, donde mandaba una brigada compuesta en su mayor parte de cuerpos provinciales de caballería. Después de atender a la defensa de aquella población, levantando milicias, fundiendo cañones y organizando tropas de infantería, marchó, por orden del virrey Venegas, al frente de algunas fuerzas contra los sublevados. Éstos, fanatizados por las predicaciones de Hidalgo, habían reunido numerosos contingentes, entre los cuales había bastantes milicianos y hasta cuerpos enteros, como el regimiento de la Reina, que se había pasado a ellos, pero que en su mayoría eran indios armados con palos, hondas e instrumentos de labranza, cometiendo indescriptibles excesos contra los aborrecidos gachupines. Lograron, sin embargo, reunir numerosa artillería, y, atrincherados en Puente Calderón, en número de cien mil, los encontró el 17 de enero de 1811 el brigadier Calleja, quien, con solo seis mil soldados y diez cañones, les atacó resueltamente, arrollándolos y dispersándolos. No le perdonaron los mejicanos esta descomunal derrota, y, ya que no con las armas, quisieron vencerle y anonadarle con vituperios y calumnias, acusándole de feroz y sanguinario.

Ricardo Palma en "Tradiciones Perianas" dice que la frase " Sépase quien es Calleja", muy en boga durante algún tiempo, biene de haberla dicho este general al tener noticia de que los insurgentes habían fusilado a varios prisioneros, y disponer la bárbara represalia de enterrar vivos a los que él tenía, dejándoles la cabeza al descubierto para que la caballería los destrozase. Creemos que semejante atrocidad, merecedora de universal execración, no existió más que en la hispanófila de los insurrectos y en su predisposición a ejecutar lo que vituperaban; aunque es de justicia salvar, a este propósito, la honorabilísima excepción de D. Nicolás Bravo. El padre de este cabecilla mejicano cayó prisionero, y el hijo se apresuró a pedir su libertad, ofreciendo a cambio la de 300 prisioneros que él tenía, mejicanos al regimiento de caballería del Rey, en calidad de soldado distinguido servicio de España. El virrey Venegas cometió la criminal torpeza de desoír la humanitaria propuesta de Bravo y fusiló al cautivo. Al saberlo el atribulado hijo, hizo honor a su apellido, dejando a Dios la venganza y cumpliendo la condicional oferta con ruego a los libertados de que no guerrease contra la independencia de su país.

Volviendo a nuestro compatriota, fue nombrado sucesor de Venegas en el Virreinato el año 1813, y realizó inteligentes esfuerzos para socabar la insurrección que, si no extinguió, dejó muy amortiguada cuando en 1816 fue llamado a la madre patria. Ésta le otorgó el título de conde de Calderón en reconocimiento de los servicios prestados, ascendiendo más tarde a Teniente General. En 1819 se le confió el mando del ejército concentrado en Cádiz para intentar someter la sublevación de las colonias americanas y, ciertamente, las energías del "Sépase quien es Calleja" habían desaparecido, porque cuando el 1 de enero de 1820, el célebre Rafael del Riego dio el grito de revolución en Cabezas de San Juan, se constituyó mansamente en prisionero del que debió haber apresado. Por esta debilidad le llama D. Modesto Lafuente descuidado e inepto. Ocho años después murió en Valencia el 24 de julio de 1828. Fue representante de la provincia de Valladolid en la última legislatura de las famosas Cortes de Cádiz.

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T. - D. JOSÉ FERNÁNDEZ HERNÁNDEZ. En el yermo y baldío siglo XIX no hemos columbrado,acaso por nuestra miopía, y fuera de las ya mencionadas, otrafigura destellante de la general insignificancia que la de este soldado valiente integérrimo.

Nació en esta villa por el año 1815 --no hemos encontrado su partida de bautismo---, pobre en bienes y fortuna, rico en firmeza de carácter y en hombría de bien, apenas contaba veinte años, abandonó sus lares para luchar por el triunfo de sus ideales legitimistas en la primera guerra civil. Vencida su causa, el acerado temple de su temperamento rectilíneo no le permitió acomodarse al servicio de otra bandera, lo que hubiera podido hacer ventajosamente porque ya era oficial, y es sabido que el Convenio de Vergara reconoció los grados adquiridos. Emigró, pues, a Francia, y allí la enseñanza del castellano le redimió de la indigencia, aunque no de la pobreza. Cuando estalló nuevamente la segunda guerra Civil, volvió del voluntario retiro para empuñar otra vez las armas, mandando uno de los batallones que pelearon en el Norte. Terminada esta campaña con idéntica adversa suerte para él, su conducta fue la misma que la vez primera, y reanudo sus olvidadas tareas pedagógicas entre los franceses. Al frisar en los 70 años se acordó que les restaban dos deberes que cumplir: uno, dar a sus paisanos un ejemplo vivo deintegridad, honradez y lealtad; y otro, abonar el bendito suelo que le vio nacer con sus cenizas, y para cumplirlos vino a Medina del Campo, a pasear por las calles que recorriera en sus años juveniles, la arrogante figura del vencido, pero no humillado; y como no tenía otra hacienda que la de su dignidad y las lecciones de esta virtud no son sustantivas, hubo de sostener los últimos años de su ancianidad venerable dando lecciones de francés en el colegio local. Murió el 1 de abril de 1891.

De la nota necrológica que le consagró "El Medinense" en su número del 6 del mismo mes y año, copio estas palabras: "No es ciertamente la enteresa de carácter el distintivo de esta época revuelta y azarosa, que todo quiere adquirirlo, todo lo discute y todo lo encuentra factible. El extremo opuesto, es decir, lainconsecuencia, la demasiada ductilidad para comodarse a las circunstancias y librar el mejor modo en el batallar incensante de la vida, casi siempre guiados por míviles de aparente fuerza, y en realidad es un disfrazado egoísmo. No es de extrañar, por lo tanto, que cuando desfila delante de nosotros uno de esos caracteres enérgicos, constantes, invariables, nos arrastre hacia él una simpatía irresistible, aunque no se tenga su modo de pensar en realización a determinada orden de ideas. Surgiéremos estas sencillas reflexiones la vida (que acaba de extinguirse) de nuestro convecino, D. José Fernández Fernández... De elevada estatura, algo delgado de cuerpo y con su larga barba que conservaba desde la última campaña, aparecía digno y simpático"

Solícitamente he buscado su tumba en el cementerio y no la he hallado. Pregunté al honrado y servicial enterrador, Sr. Juez, y amablemente me llevó a una sepultura que, por antecedentes de familia, pudiera encerrar sus cenizas, pero no encontré rótulo alguno. Entonces, con responso fervoroso, le encomendé a Dios, que habrá recompensado sus méritos con la largueza que los hombres reservan tantas veces a la vana ostentación o a las malas artes...

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